“Porque sí, a las mujeres también nos gusta hacer y beber cerveza artesanal”.

Con más de 12,000 años de antigüedad, la cerveza encuentra lugar en prácticamente todos los ámbitos del quehacer humano, pero su historia, como muchas otras, comenzó en una cocina, que como toda labor doméstica era en esos momentos una labor exclusivamente femenina.

Las evidencias arqueológicas son tan significativas como la que se considera la primera receta de cerveza escrita, contenida en el Himno a Ninkasi, la deidad sumeria de la cerveza, y se confirman en documentos fundamentales, como el código de Hammurabi, que siempre que refería la elaboración, venta y distribución de la cerveza hablaba de “ella”. 

Este dominio femenino alcanzó su cúspide en la Edad Media en la figura de las alewives, mujeres que encontraban en la venta de cerveza un ingreso extra o, en el caso de las viudas, en la manera de constituirse como el sustento de su familia. Se les reconoce incluso por concebir una estrategia exitosa de marketing que consistía en vestirse de manera vistosa, con sombreros altos y picudos, además de colocar una escoba a la entrada de sus establecimientos, como símbolo de trabajo doméstico (lo que daría paso a la iconografía moderna de la bruja).

Su participación llegó a su fin cuando la cerveza comenzó a revelar su potencial económico y la posibilidad de convertirse en una actividad industrial. Se consideró entonces inapropiada para una mujer, y a las que persistieron se les acusó de hechicería, dedicadas a cocinar pócimas (el mosto de la cerveza) en su caldero.

A partir de ese momento la cerveza (otra vez el femenino) se conoció como bebida de hombres porque era elaborada por ellos. 

Las cervecerías volvieron a ser una opción de empleo hasta pasados muchos siglos después, con la incorporación de las mujeres a la fuerza laboral durante las décadas de 1960 y 1970. La lucha implicaba desigualdad de género, estereotipos, cosificación e incluso la idea de una “cerveza especial” para el delicado paladar femenino.

En México la reivindicación se materializa actualmente en Impetuosa, un proyecto nacido en 2020 en las instalaciones de Cervecería Colima, y que con una cocinada colectiva, es decir, la elaboración de una cerveza artesanal, reúne más de 170 mujeres, que representan a 82 cervecerías y 9 colectivos, que conocedoras de esta historia buscan difundirla y no ganar, sino recuperar su importancia histórica.  “Porque sí, a las mujeres también nos gusta hacer y beber cerveza artesanal”. 

México es el cuarto país productor de cerveza a nivel mundial y encabeza la lista como exportador, contribuyendo con el 1.5% del producto interno bruto del país (PIB). En 2021, la cerveza fue el principal producto agroindustrial de exportación mexicana, con cifras de $5,618 millones de dólares, que representa el 23% de las exportaciones del país en ese rubro.

Actualmente menos del 25% de la participación en el movimiento cervecero mexicano es de mujeres, pero este número está todo el tiempo creciendo.

Elaboración, ventas, promoción, logística, control de calidad, administración, comunicación, promoción, docencia, diseño y por supuesto consumo. Las mujeres están involucrándose en una industria que, reconociendo su importancia histórica, les permite recuperar su participación en una actividad originalmente femenina. ¡Salud!   

 

 

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Reportaje por Briseida Alcalá

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